Mal día para tener poco que hacer. La melancolía, aliada del bochorno, me ataca por todos los frentes. Deseo estar en cualquier sitio menos éste, o aquél. Concluyo que hoy no sé estar en mi cuerpo, sólo podría habitar el de otro. Hoy necesito otro cuerpo para sentir el mío. Pero hoy no hay otro. Así que cojo el ascensor y me subo a la cabeza. Allí todo son turbulencias, dudas, euforias, compulsiones, me ato el cinturón, me agarro fuerte y me dejo llevar por la locura. Juzgarla me sienta mal. Me digo, suavemente: "Déjate llevar, no concretes nada, tiembla en la inestabilidad, descubre que todo ese ruido es el miedo a caer en el vacio, es tu propia red que caótica se va tejiendo en medio del temporal. Esa es la laura araña. La que solitaria teje en el límite de la caída. Tan solo conoce el lenguaje de los cuerpos y hoy es un monólogo. Mírala, conócela. Quiérela. Si le susurras al oído se calmará."
Esta noche cojo un barco. Me encanta coger barcos, aunque sean golondrinas o transmediterranias. Si voy a una isla debo ir en barco. Me llevaré mis hilillos para seguir tejiendo, me llevaré mis libros para que la tela me salga bonita, mi libreta para dibujarla y le diré a mi cuerpo que le espera un mar de peces y aguas suaves, un sol generoso, miradas espejo, conversaciones por vicio, silencios de verdad. Otros cuerpos con los que sentir. Será maravilloso viajar hasta Mallorca.
También llevaré biodramina por si acaso todo acaba en un mareo como un gran fundido en negro:)
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