No creo, a fin de cuentas, que sea tan difícil.
No solicito un cambio de dirección, de punto
de aplicación, tampoco que se alargue o se abrevie
el vector de la extraña magnitud que llamamos
el tiempo.
Ni que nadie modifique el azar
de sus intersecciones. O que deje de ser
un absurdo segmento enlazando dos nadas.
Con menos me conformo - he aprendido a pedirle
poca cosa a la vida.
Que, mirándolo bien,
sería suficiente con cambiar el sentido
de esa recta, invertir su discurso y que avance
justamente al revés.
Que sea su comienzo
una aniquilación devastadora, prólogo
de un dolor que se vaya mitigando y, después,
la impotencia manchada de decepciones deje
paso a una madurez ajetreada y ciega.
Así se llegaría, descriando a los hijos,
a olvidar enseñanzas de manuales y amores,
y, después de reír la indolencia del juego,
zambullirse en el amnios inconsciente y al fin
ir mermando las células hasta desvanecerse.
Bastaría con eso y de tal modo
lo habría hecho un dios.
No sé si lo que pido
es posible, la física nunca ha sido mi fuerte.
Javier Velaza, Los arrancados.
Aquest llibre em va arribar a casa fa més d' un any i mig en un sobre verd, desencadenant una erupció d'emocions que, malgrat tot, encara no han perdut vigència. I encara el rellegeixo i em dóna sentit, m'ajuda a calmar el malestar i el dolor de fons.
Ara intento entrar, tacada de decepcions, a la maduresa atrafegada...
Ética y moral en el debate educativo actual
Fa 3 mesos